Con la ayuda de Dios, y de su Madre y Madre nuestra, todo estará bien

Hermanos, hermanas y fieles de la Santísima Virgen de la Soledad, viviendo unos días tan difíciles por la epidemia de coronavirus, que, entre las muchas consecuencias para la vida de cada uno de nosotros, también ha llevado a la suspensión sin precedentes de la celebración de la Eucaristía y del cierre de nuestra Ermita y de todas las iglesias y lugares de culto, como cristianos, no podemos perder la esperanza.
Uno de los mejores poemas de Paul Claudel, habla de un soldado durante la guerra que, agotado, ve una pequeña iglesia campesina abierta y se detiene un momento; hay una imagen de María y el poema dice: “no tengo nada que preguntar, sólo necesito saber que, mientras estoy aquí, Tú también estás ahí, llena de gracia”.
Sólo podemos esperar que esta situación termine lo antes posible y debemos hacer todo lo posible para ayudar a combatir esta epidemia, con nuestro comportamiento responsable y, también con nuestra oración.
Muchos están preocupados en este momento por el trabajo, por la familia, por los estudios; muchos están preocupados por el futuro; pero también muchos se encargan de mantener la esperanza tan viva como pueden; la frase «todo estará bien» se ve cada vez más a menudo escrita. Esa frase puede convertirse en una oración: “con tu intercesión Madre nuestra de la Soledad, todo estará bien, con tu ayuda, Señor, todo estará bien”.
Con la ayuda de Dios, todo estará bien. Cada día aumentan las víctimas del coronavirus: para ellas nuestra oración, que también se extiende a los que nos han dejado. Recemos por ellos y por sus familias, que deben añadir al luto la renuncia al abrazo que consuela y alienta.
Desde nuestra Hermandad, damos las gracias a cuantos están trabajando sin descanso contra esta epidemia, médicos, personal sanitario, ambulancias, policía nacional y local, guardia civil, ejercito, transportistas, voluntarios etc. etc., los cuales ayudan desinteresadamente a quien lo pueda necesitar. Ellos nos ayudan a esperar y recuperar la confianza. Gracias también a los sacerdotes que están llenando con iniciativas creativas este tiempo manteniendo a muchos en la esperanza.
Dediquemos un momento de nuestro tiempo y recemos esta oración a la Virgen de la Soledad:

Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia,
por generaciones nos dirigimos confiados a ti con el nombre de salud de los enfermos.
Mira a tus hijos en esta hora de preocupación y sufrimiento
por un contagio que siembra temor y aprensión en nuestros hogares, en los lugares de trabajo y descanso.

Tú que conociste la incertidumbre ante el presente y el futuro,
y con tu Hijo también recorriste los caminos del exilio,
recuérdanos que él es nuestro camino, verdad y vida
y que solo él, que venció nuestra muerte con su muerte,
puede liberarnos de todo mal.

Madre dolorosa junto a la cruz del Hijo,
tú que también has conocido el sufrimiento:
calma nuestros dolores con tu mirada maternal y tu protección.
Bendice a los enfermos y a quien vive estos días con el miedo,
a las personas que se dedican a ellos con amor y coraje,
a las familias con jóvenes y ancianos,
a la Iglesia y a toda la humanidad.
Enséñanos de nuevo, oh, Madre de la Soledad,
a hacer cada día lo que tu Hijo dice a su Iglesia.
Recuérdanos hoy y siempre, en la prueba y la alegría,
que Jesús cargó con nuestros sufrimientos y asumió nuestros dolores, y que con su sacrificio
ha traído al mundo la esperanza de una vida que no muere.
Salud de los enfermos, Madre nuestra y de todos los hombres,
ruega por nosotros.

Amén.

El Capellán de la Hermandad
y Junta de Gobierno